Mirada en movimiento
Germán Rondón (Gerova) - Perú
Mirada en Movimiento, es una selección de esculturas del destacado escultor Germán Rondón Valdivia, que comprende las series: El otro, su sombra y yo, y Meditaciones de barro, centrada en una propuesta de seres que son el reflejo de su imaginario y que nos conducen a un estado de interpelación y a la vez de ensueño.
LA SOMBRA DE GERMÁN RONDÓN
El material sobre el que se levanta la obra de Germán Rondón, es visceralmente coherente con sus obsesiones. Su cerámica, que es una mutación inducida por el fuego, fue antes solo un poco de polvo y de agua. ¿Y antes del polvo que hubo? Nada. La angustia del no ser.Las figuraciones de Germán Rondón son escasamente nítidas. Inexactas. Seres perseguidos por su propia sombra. Durante décadas Germán Rondón ha avanzado por un valle escarpado buscando dar forma a su discurso. Y aquí está, por fin, en una muestra escultórica de urgente densidad.
Oswaldo Chanove (2017)
EL OTRO, SU SOMBRA Y YO
Quise desarrollar un proyecto que consistiría en observar en las calles la actitud de las personas que están esperando algo o alguien, y a medida que pasaba el tiempo me crecía una desesperación que pareció invadir primero el cerebro y luego el cuerpo.
Vi hombres agitando los brazos, hablando solos, vociferando o suplicando algún milagro. Vi mujeres conversando con el aire, sonriendo para sí mismas o dando órdenes a seres lejanos.
Cuando la desesperanza empezaba a hacerme creer que todo está fuera de control advertí, para mi bien, que aún en esos movimientos descontrolados había algo en común: cada persona tenía un acompañante permanente, infaltable, fiel, sumisamente fiel: ¡su sombra! Que iba repitiendo hasta el mínimo detalle todo lo que el cuerpo decidía.
Acabadas las opciones el último ser se fue cabizbajo y su sombra lo acompañó sin que él se percatara nunca de tan fiel compañera.
Una vez frente a mi mesa de taller, dibujé varios sujetos en diversas posiciones, y alargué sus sombras. Luego se me ocurrió construir el volumen de uno que permanecía refugiado en mi recuerdo. Cuando lo tuve, siguiendo un impulso corté en cartón la forma de su sombra y se la añadí para ver el efecto, y en ese instante mis manos, ante mi propio asombro, levantaron la sombra y la plegaron al cuerpo (una mariposa ardió en una fracción de segundo en la llama de una vela). Sentí que construía un nuevo ser, pero esta vez con la sombra in-corporada. Y noté ya con alivio que esa sombra y otras, estaban dispuestas a contarme historias insospechadas, como en un test Rorschach.
Entonces me fue dado ver que la sombra era yo mismo.
¿Qué es la sombra en nuestra mente?
¿La parte que no vemos de nosotros porque no queremos verla?
Supe. Descubrí que esa escultura que tenía en las manos sabía de mí más que yo de ella. El espejo no dio mi imagen sino una sombra, y cuando miraba a otras personas solo veía su sombra y no sus facciones.
Si soy mi propia sombra que ahora siento como parte de mi cuerpo vertical, ¿qué significa esto? Si las sombras están en cada uno de nosotros, ¿por qué no sospechar que cuando veo a otra persona estoy viéndome a mí mismo?
Advertí como se siente al pararse de puntas ante un muro que impide ver lo que hay detrás, pero por un instante, mientras tuve fuerzas para sostenerme, miré: El otro también soy yo, el otro me cuenta quien soy yo, y lo que hablo al otro lo digo a mi mismo; y lo que él me dice, en realidad habla de él mismo. “Yo soy el otro”, me lo dijo el poeta.
El espectador. Foto: Conrado Aguilar
He pasado mucho tiempo comprobando que el viejo principio “miras la paja en ojo ajeno y no el tronco que llevas en el tuyo”, no siempre se pone en práctica especialmente cuando se trata de uno mismo.
Continué trabajando en otras esculturas, e inesperadamente ocurrió algo más: las sombras adheridas a sus cuerpos empezaron a emitir luz y colores. Sentí por fin que las había escuchado. Y sentí un amor infinito frente a esas sombras con luz y color.
La arcilla, mi sombra, mi compañera fiel de toda la vida, me había hablado una vez más para ayudarme a entender qué somos, cómo somos, qué podemos ser.
Germán Rondón Valdivia
Gerova
Germán Rondón Valdivia
Tengo el convencimiento de que aunque haya hecho algunas exposiciones, en Perú y el extranjero, estas no han contribuido a que la belleza, la felicidad o el infortunio, no sean una obligación. Quizás por eso sigo extraño y solitario. Mi taller ha dejado de depender de la casa, he tenido que encementar los muebles, las ventanas van desapareciendo, las paredes han empezado a cambiar de posición, el techo gris se parece más al cielo nocturno, el espacio está invadido; aquí no hay objetos ajenos, ni personales, todos somos actores, todos nos movemos, unos flotan, otros caminan, otros se agitan, otros se expanden. . . Todos tenemos una sombra.