El pequeño Archivo de Toledo, se hace grande en Oaxaca
Ignacio Mendaro Corsini - Arquitecto - España
Preexistencias
“Existencia anterior con alguna de las prioridades de naturaleza u origen”.
Preguntar al lugar significa conocer lo que antes tuvo una vida que se truncó, y mantiene algo de su naturaleza anterior.
Conocer el lugar es el paso previo para actuar.
Entender el entorno para hacer arquitectura, es la cuestión que nos dará las certezas para no errar.
En cualquier lugar, el tiempo y la historia, han hecho las existencias que ahora llamamos preexistencias.
En cualquier lugar que pretendamos hacer arquitectura, existen condicionantes a las que atender, que si los miramos con atención y desde los muchos puntos con los que la imaginación los puede observar, es seguro que aparecerán las simientes nuevas que conectan arquitecturas viejas.
Al final, la manifestación arquitectónica tiene mucho que ver con la transición -amable o violenta- entre generaciones.
Hay entornos protegidos, entornos patrimoniales en los que los estudiosos imponen condiciones que muchas veces los convierten en lugares muertos; donde el fracaso de la incompetencia humana se hace palpable, y que, sin embargo, los mantiene congelados en un momento de la historia, los acota en perímetros regulares, y deja sin normativa el territorio de las fronteras exteriores.
En el entorno… y todo es entorno, debemos buscar los eslabones para confirmar nuestras dudas.
El arquitecto -ese loco por el tema de la arquitectura- que conoce la inexistencia de la exactitud del ingeniero, sabe de las mil alternativas para un mismo tema, busca entre las preguntas al entorno, las mezcla con lo que le sugiere la función y, en su cabeza, esas obsesiones, matizan la forma.
Hasta aquí la teoría resumida del proceso con el que los arquitectos conviven a diario para sus quehaceres.
El paso del tiempo y la vejez, nos han hecho ver que no es tan difícil; que lo que los italianos llaman “la domanda del luogo” es bastante real si sabemos escuchar al entorno. Que siempre existe un punto de vista, una orientación, una preexistencia a la que mirar y dar la mano, con la que hablar y escuchar sus sabias vivencias, no para copiarlas…, solo para interpretarlas.
El lugar tiene mucho que decir…. Solo debemos escuchar.
No basta con mirar, el arquitecto debe dar una solución que tiene forma, que ocupa volúmenes que, en su materialidad, contendrá una determinada “función”, y aquí la funcionalidad del edificio debe aliarse con el lugar y de nuevo aparecerá el dialogo que une sus historias, para conseguir que se den la mano y se complementen.
“Función que busca su esencia para justificar su forma en un contexto concreto”, sin duda es la idea que da vida a la arquitectura.
La justificación del proceso constructivo siempre se inicia por la necesidad de satisfacer un determinado uso que será: estático o dinámico, contemplativo o violento, solitario o de multitudes, y su forma vendrá sugerida por su actividad.
Cada arquitecto es un mundo que pertenece a una sociedad, y sus vivencias han condicionado su manera de sentir y su proceso de meditar a la hora de interpretar un lugar y de analizar las sugerencias que la funcionalidad del edificio debe aportar a la solución formal de la arquitectura, y desde estas premisas intentaré explicar la solución de forma en dos lugares concretos, de dos funciones similares.
Archivo de Toledo
Toledo, ciudad reconocida como Patrimonio de la Humanidad, donde han convivido tres culturas que aportan sus preexistencias en un tejido urbano apretado por la historia.
En la parte más alta, justo encima de la catedral, los restos de un convento.
El convento de los trinitarios descalzos, que el devenir del tiempo le despoja de la parte conventual y deja el corte traumático de los muros de la iglesia.
En esta situación, el ayuntamiento plantea la recuperación de la iglesia como centro cultural y la construcción de algo nuevo que albergue el Archivo Municipal.
La recuperación de una ruina está muy relacionada con su grado de deterior.
La nave central -en buen estado-, solo pedía consolidarla y despojarla de aderezos que de algún modo hiciesen profana una imagen religiosa, y de esta manera el altar barroco se sustituye por un doble fondo de escenario, arropado por pasarelas altas, de focos y megafonías.
En la sacristía y coros el derrumbe de sus bóvedas justifica la construcción de losas de hormigón que avanzan la solución de los muros exteriores.
El espacio de la nave de la iglesia se transforma en centro para la cultura, tanto será auditorio como área de exposiciones o restauración.
El derrumbe de la parte conventual, liberó un espacio ajeno al tejido apretado de la villa medieval.
Reescribir una nueva arquitectura entre los restos de otra, era el reto que complica la proximidad.
El desconcierto del derribo merecía un fondo nuevo.
“Y entendiendo que la fuerza de la arquitectura, muchas veces radica en la claridad del gesto…”, seguimos las trazas del antiguo claustro y configuramos un inmenso muro que a modo de gran zócalo pone en valoración lo realmente digno del edificio primitivo, que a nuestro modo de ver era la monumental volumetría de la iglesia con sus naves laterales y la sacristía.
Buscábamos la potencia de una arquitectura muraría, tan común y tan dentro de los invariantes de nuestras ciudades. Y siguiendo con el muro provocábamos grandes huecos que de forma distinta ponían en valoración las transparencias de patios interiores.
De esta manera y por estos pasos, recuperamos para la nueva fachada, elementos subjetivos que nos hablan de sorpresa, de transparencias y de claro oscuros, justificados desde la necesidad funcional.
El muro lo construimos en hormigón. Y aquí debemos abrir un paréntesis, porque esta decisión merece ser comentada, ya que, durante la construcción, fueron muchas las denuncias y las voces que protestaron por la utilización del hormigón en una ciudad patrimonio de la humanidad. Pensamos que el hormigón es intemporal, lo utilizaron los romanos, los árabes y en nuestros días sigue siendo actual.
Lo que realmente tiene el hormigón es la magia de la reacción química de sus componentes, y cuando se piensa en este material se descubre su lógica para conformarse en muro.
Pero este muro debía entonar con los dorados de Toledo, y se consiguió mediante colorantes naturales embebidos en su masa, y así resultó un hormigón de color. Se cuidó de forma especial la tabla de madera de los encofrados, y a veces el encofrado se realizó mediante elementos de gruesos chapones de acero que quedaron perdidos formando embocaduras de huecos y linternas.
Nuestras obsesiones buscan siempre esos espacios imposibles de Piranessi, donde la magia, en tránsitos y estancias, juega con la percepción de las sorpresas.
Porque la arquitectura también es sorpresa que alimenta la curiosidad del ser humano, y que provoca la apetencia del recorrido.
El espacio que siempre se valora en la sección, se aprieta en la entrada y en el giro crece y envuelve sin dar importancia al fundamento de la función, que es contener los documentos.
Este espacio se matiza con la suave luz que reflejan las fabricas doradas de ladrillo, y aun sabiendo que el enemigo del documento es la luz, permitimos el acceso de un suave rayo por sus tres orientaciones desde las linternas altas de los muros.
Los restos arqueológicos, como preexistencias muy antiguas, forman parte de la sala como un documento más de la historia.
Y por fuera la nueva arquitectura marca, con lenguaje nuevo, la respetabilidad del viejo.
El Archivo de Oaxaca
El pequeño Archivo de Toledo, a los veinte años de su construcción se hace grande en Oaxaca por voluntad de un gran mecenas mexicano.
De nuevo, una ciudad patrimonio de la Humanidad, congelada en el uso; muy vitalizada por el turismo y donde la reglamentación impone sus normas estrictas a formas y materiales.
En el extrarradio -en el pequeño municipio de Santa Lucía- se encuentran las canteras, de donde se extrajo la piedra verde que construyó la ciudad.
En este llamado parque de las Canteras de 12.000 m2 debía ubicarse el Archivo Histórico del Estado de Oaxaca, el segundo archivo más importante de los Estados Unidos Mexicanos.
El Parque debía condicionar la arquitectura del Archivo y viceversa.
El Archivo no podía ser un elefante blanco que impactase de manera hermética en el territorio y quisimos evitarlo.
Habitar la arquitectura y humanizar el paisaje son las premisas que nos han movido, y de las que debe partir cualquier arquitectura.
La complejidad de la arquitectura del edificio pasó a segundo término hasta descubrir la esencia del entorno -las preexistencias de un lugar donde la extracción de la piedra había provocado el afloramiento del agua, y donde piedra y agua se descubrían como ingredientes formales para definir el parque.
Una topografía sinuosa que debía ser amable en todos sus caminos, y en donde se tenía la oportunidad de realizar un parque único que uniese la cultura, el deporte, el ocio y el negocio.
Y lo que es más importante, todas estas nuevas actividades se planteaban de nueva cuña, en un extenso y completo programa que el proyecto podía matizar.
El recorrido amable, sin control ni restricciones a lo largo de todo el parque incluía el interior de los edificios, y se convirtió en nuestra obsesión.
Teníamos que ser capaces de permitir que, como en una banda de Moebius, la circulación fuese continua y contemplativa, y siempre acompañada por el agua que lustrase el color de la piedra verde.
Seis meses de abundancia de un agua que se pierde; y otros tantos de sequedad terrible, aconsejan llenar las pozas que abrieron las canteras.
Las premisas de donde partir aclaraban el salto al vacío del papel en blanco y de nuevo: la pregunta al lugar, que con sus preexistencias aportan certezas, a la arquitectura.
Un clima de privilegio y una vegetación consolidada aconsejan la manera de distribuir los patios, los espacios a los que abrir las estancias, y de esta manera se conforma la volumetría del edificio en torno a los vacíos -que organiza la vegetación- apareciendo la trama que articula la función.
Las gentes del parque debían poder acceder al edificio sin control alguno.
Los dos vestíbulos de entrada, muy distintos entre si -ubicados en distintas cotas- se unen por el interior en una secuencia de patios ajardinados, permitiendo el ingreso al auditorio, seminarios, bibliotecas, salas de exposiciones, cafetería y, sorprenderse al final con el impacto del vestíbulo principal.
De nuevo la secuencia del tránsito y el factor sorpresa como ingrediente emocional de la arquitectura.
De nuevo la transparencia que ayuda a la ventilación cruzada y permite olvidarnos del aire acondicionado.
Y de nuevo reinterpretar la función para justificar vivencias nuevas que convierten al auditorio en espacio versátil, más allá de la pura conferencia.
Su recorrido no interfiere en la actividad privada de la recuperación del documento, pero de alguna forma se beneficia de ella, y la justifica.
Al final, en el vestíbulo principal, se muestra mediante dos huecos, lo que significa el edificio. Un hueco alto se abre a la sala de los investigadores, a los estudiosos que analizan los documentos de la historia. Otro bajo nos muestra la parte publica de la sala de exposiciones, y lo que es más importante, nos enseña los caminos para llegar.
La arquitectura pública debe quedar bien en público y su componente de representatividad siempre será un valor añadido que puede y debe justificar algún exceso.
Se manifiesta como acceso principal, y de nuevo como sin darse cuenta el recorrido se abre al exterior…. Y continua por el parque.
La arquitectura que observa al entorno, se hace austera en sus gestos y en sus materiales, y parece como si se alejase del tiempo, como queriendo unirse a los adobes de tierra de los Zapotecos y Mixtecos, que se protege del sismo y de las sobrecargas de los documentos en gruesos muros de concreto de color.
La función que obliga a la aireación y a la privacidad, justifica celosías que aparecen de un subconsciente obsesivo en imágenes de antaño.
Ignacio Mendaro Corsini
(Arquitecto, Marquina, Vizcaya, 1946) Dieciocho años profesor de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
Hacedor de muchos concursos y ganador de algunos.
Todavía cree que la arquitectura es capaz de generar vida y de alimentarla.
Unos cuantos premios de diseño y algunos más de arquitectura… los justos para satisfacer el “EGO” y los injustos por provocar el infarto.
En cualquier caso, y siempre que se siga vivo, vale la pena estar en el tajo.
Sus maestros: Carvajal, Cano Lasso, Oiza, Moneo, Sota…y Machado.
Sus obras: …un estudio en Medinaceli, un Archivo en Toledo y otro en Oaxaca (México), un Hospital en Cáceres, un Palacio de Justicia en Calatayud, un pequeño colegio lleno de patios en Badajoz, un Palacio de Congresos en Tarragona… y una caja de hierro y cristal como despacho en Madrid.
Sus créditos: …los amigos y alguna otra realidad.